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El poder devastador del temporal que ha arrasado Acapulco está relacionado con el fenómeno de ‘El Niño’ y el aumento de la temperatura del agua de los océanos
La peor tormenta de los últimos 30 años en el Pacífico que alcanza territorio mexicano ha dejado un rastro de hoteles y viviendas destruidos, caminos colapsados y miles de personas aisladas en Acapulco, en el Estado de Guerrero. Al menos 27 personas han muerto y otras cuatro han desaparecido tras el paso del huracán Otis, según la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, aunque el número podría aumentar en las próximas horas. El ciclón, que en 12 horas pasó de ser una tormenta tropical a huracán categoría 5, la máxima clasificación posible, ha dejado el destino turístico como una zona de guerra con árboles caídos, escombros, cubiertas arrancadas y edificios sin paredes. Ni el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) ni las autoridades locales y federales han podido prever la intensidad del fenómeno.
Tampoco los científicos. La velocidad con la que se ha intensificado el huracán ha sido insólita y ha obligado a las autoridades mexicanas a emitir una alerta de evacuación de la zona apenas unas horas antes de que Otis tocara tierra.
El SMN avisaba a las 12.00 de este martes que el huracán alcanzaría Acapulco a las seis de la tarde del día siguiente. Sin embargo, el temporal se ha adelantado y ha arrasado la ciudad costera a las 00.25 de este miércoles. Los vientos de más de 270 kilómetros por hora que impactaron la localidad y el Estado de Guerrero, uno de los más pobres del país, se han llevado todo a su paso. Más de 500.000 personas se quedaron sin luz, internet y teléfono de madrugada y hasta el momento solo se ha restablecido una parte del servicio. La caída de las comunicaciones ha complicado el acceso a las zonas afectadas y todavía no se conocen datos oficiales sobre el recuento de daños, aunque se anticipa que las pérdidas serán millonarias.
La fuerza insólita del huracán ha llamado la atención de la comunidad científica que relaciona el poder devastador de Otis con la temporada de El Niño, un fenómeno que está asociado a cambios en la atmósfera y a la fluctuación de la temperatura del agua en el Pacífico cada 2 a 7 años.
Existe la hipótesis de que podría estar relacionado con la subida de la temperatura de los océanos, no significa que haya más huracanes, pero sí que cuando hay uno, el ciclón acelera su formación tomando más energía bajo estas condiciones”, explica Claudia Rojas, del departamento de Ingeniería de Procesos e Hidráulica, de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Hay quienes apuntan a que existe una relación entre el cambio climático y la fuerza de los huracanes, aunque la comunidad científica sigue investigando al respecto. “El Niño está induciendo que estos ciclones alcancen categorías altas. Sin embargo, es difícil atribuir al cambio climático la responsabilidad del huracán Otis”, asegura Christian Domínguez, investigadora del Instituto de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Lo que sí se sabe a escala mundial es que con el cambio climático va a haber menos huracanes en el Pacífico, pero estos serán más intensos”, agrega. “Con la información de la que disponemos actualmente no queda tan clara que la intensidad tenga que ver con el cambio climático porque no hay tantos registros históricos, aunque no lo descartamos”, puntualiza la investigadora.
Después de tocar tierra, Otis se ha degradado a tormenta tropical y ha dejado fuertes precipitaciones en varios Estados del centro y del sur de México, sin embargo, la amenaza todavía no ha pasado. “El riesgo no solo tiene que ver con la fuerza de los vientos. Hay más peligros que puede entrañar un fenómeno así, como deslizamientos de tierra y crecida de los ríos y los arroyos”, señala Domínguez. En Acapulco unas 20.000 personas viven en zonas susceptibles de inundación o deslave. La temporada de huracanes en el Pacífico comienza en torno al 15 de mayo y termina sobre el 30 de noviembre, Guerrero todavía podría vivir las consecuencias de otros ciclones, analiza Rojas. “Trabajos de investigación han demostrado que después de una prolongada sequía se presentan eventos de lluvia muy intensos, como es el caso de los ciclones tropicales que pueden alcanzar estas categorías”, comenta.
El Aeropuerto Internacional de Acapulco, que recibe cada año a millones de turistas, ha quedado completamente inundado y ha sufrido graves daños en su estructura. Los destrozos han obligado a suspender todos los vuelos y las principales carreteras están cerradas, lo que impide las comunicaciones con Ciudad de México, a cuatro horas en autopista. El presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha ordenado a su gabinete de Seguridad desplazarse a la zona, pero al ver la gravedad de la situación ha decidido ir a supervisar las tareas de rescate él mismo. El Ejército ha desplegado el plan de emergencias DN III-E y se han habilitado 37 albergues en todo el Estado para los damnificados, que esperan que la calma llegue tan rápido como Otis lo ha hecho en Guerrero.