Washington. La persistencia de la bioquímica húngara Katalin Karikó y el médico estadunidense Drew Weissman al investigar el ARN mensajero celular le valieron muchos sacrificios y algunos tropiezos, coronados este lunes con el Premio Nobel de Medicina por el desarrollo de las vacunas contra el covid-19.
La científica húngara Karikó, de 68 años, pasó gran parte de la década de 1990 escribiendo solicitudes de subvención para financiar su investigación sobre el «ácido ribonucleico mensajero», moléculas genéticas que indican a las células qué proteínas producir, esenciales para mantener nuestros cuerpos vivos y saludables.
Ella creía que el ARN mensajero era la clave para tratar enfermedades en las que tener más proteína del tipo correcto puede ayudar por ejemplo a reparar los tejidos del cerebro después de un derrame cerebral. Pero la Universidad de Pensilvania, donde Karikó estaba a punto de obtener una cátedra, decidió ponerle un freno después de que varias subvenciones fueran rechazadas.
Era la candidata para un ascenso y luego simplemente me degradaron y esperaban que me fuera», dijo a la AFP en una entrevista desde su casa en Filadelfia en diciembre de 2020.
Ahora, su trabajo pionero, que allanó el camino para las vacunas Pfizer/BioNTech y Moderna Covid-19, le ha valido el Premio Nobel de Medicina.
A finales de la década de 1980, gran parte de la comunidad científica se centraba en el uso del ADN para administrar terapia génica, pero Karikó creía que el ARN mensajero también era prometedor, ya que la mayoría de las enfermedades no son hereditarias y no necesitan soluciones que alteren permanentemente la genética.
Pero primero tuvo que superar un problema importante: en experimentos con animales, el ARN mensajero sintético provocaba una respuesta inflamatoria masiva cuando el sistema inmunológico detectaba un invasor y se apresuraba a combatirlo.
Karikó, junto con su principal colaborador y coganador Drew Weissman, descubrieron que uno de los cuatro componentes básicos del ARN mensajero sintético estaba defectuoso y pudieron superar el problema cambiándolo por una versión modificada.
Publicaron un artículo sobre el avance en 2005. Luego, en 2015, encontraron una nueva forma de administrar ARN mensajero a ratones, utilizando una capa grasa llamada «nanopartículas lipídicas» que evita que el ARN mensajero se degrade y ayuda a colocarlo dentro de la parte correcta de las células.
Katalin Karikó (HUN/EU) y Drew Weissman (EU) han ganado el Premio Nobel por descubrimientos que permitieron el desarrollo de las vacunas de ARN mensajero contra el Covid-19. Infografía Graphic News
Ambas innovaciones fueron clave para las vacunas contra covid-19 desarrolladas por Pfizer y su socio alemán BioNTech, donde Karikó es ahora vicepresidente senior, así como para las inyecciones producidas por Moderna.
- El estadounidense Weissman, de 64 años, galardonado el lunes junto a Karikó, no tiene intención de detener sus investigaciones.
Sus nuevos objetivos incluyen ahora la búsqueda de una vacuna contra todos los coronavirus. «Ha habido tres pandemias o epidemias (de coronavirus) en los últimos 20 años», explicó en una entrevista con AFP en septiembre de 2021. «Tenemos que asumir que habrá otras», añadió.
Podemos esperar a la próxima epidemia o pandemia de coronavirus y pasarnos un año y medio creando una vacuna. O podemos crear una ahora y tenerla disponible o incluso utilizarla ya», explicó el inmunólogo de la Universidad de Pensilvania.
Weissman nació en Lexington, Massachusetts, en el noreste de Estados Unidos, donde sus padres -un ingeniero y una asistente dental- se habían trasladado para poder enviar a sus hijos a buenas escuelas públicas.
Cuando tenía 5 años me diagnosticaron diabetes de tipo 1. En aquella época, nos hacían análisis de orina y nos inyectábamos insulina varias veces al día», recuerda, viendo en ello una posible explicación a su elección profesional.
Estudió en la Universidad de Brandeis y se doctoró en inmunología en la Universidad de Boston. Trabajó sobre el virus del sida en el laboratorio del famoso inmunólogo Anthony Fauci, antes de aterrizar en la Universidad de Pensilvania, donde conoció a Karikó.
Empezamos a trabajar juntos en 1998, sin mucha financiación ni entrada en el mundo de las revistas científicas», cuenta.